Mientras escribo estas líneas se está celebrando el Sorteo de Navidad; no me gusta. Soy ajeno al Gordo, no lo necesito. No asocio la felicidad ni al champán, ni a unos millones caídos en suerte, tan caprichosa ella. El dinero no llena el espíritu.
Muchas veces, un detalle vale más que un euro. Y Emilio lo tuvo conmigo, por eso tengo el honor de escribir aquí, de tener un espacio donde exponer mi experiencia con DKV Integralia.
A principios de este año, inmiscuido en la búsqueda de un proyecto laboral lo más fielmente ajustado a mis expectativas profesionales e inquietudes personales, me hablaron de la Fundación y me metí directo en su web para ver su misión y valores: la diversidad como valor añadido. Mi mente empezó a volar. De repente, sentimientos que tenía bastante aletargados se despertaron en mí al vislumbrar mi camino. Quería formar parte de aquella aventura: tenía entusiasmo, tenía emoción.
No soy muy de máximas, pero hay una frase que acude a mi cabeza de forma recurrente: si trabajas con ilusión, estarás más motivado para hacer grandes cosas. Y en DKV Integralia defienden esto con una convicción abrumadora.
La forma que tienen ellos de poner en valor la calidad del ser humano, sean cuales sean sus circunstancias, desarrollando su talento en un entorno óptimo es única: la empatía. Escuchar al cliente potencial es fundamental para satisfacer sus necesidades y fidelizarlo, pues se habrá sentido partícipe del proceso. A la vez, es posible que se haya puesto la semilla para que germine un sano orgullo de pertenencia en dicho cliente, lo que repercutirá sin duda en su beneficio y también en el de la empresa.
Pero lo interesante es que cada persona, ya sea física o jurídica, que participa del día a día de la Fundación es diferente, por lo que ésta se ve obligada a adaptarse en cada caso y a evolucionar con él.
Por eso todos suman, todos cuentan.
Tú también. Basta con querer y demostrarlo.
Jorge Hernández
Colaborador del Ecosistema DKV Integralia