Hace unos días me reencontré con Pablo con el que compartí proyecto hace unos años. En un momento de la conversación recordamos a un chico que incorporamos al proyecto recién salido de la universidad y que en escasos dos años dejó el proyecto para montar su propia empresa cuyo modelo de comercialización se basó de inicio en Internet.
La trayectoria de la empresa fue envidiable por su sencillez y la rapidez de su crecimiento e internacionalización. Ni que decir tiene que hoy es un afamado y joven empresario que mide su volumen de negocio en decenas de millones de euros.
Recordábamos la tendencia natural que tenia este chico para simplificarlo todo hasta el punto de crearnos no pocos problemas que, por otro lado el ya tenía solucionados de antemano. Comentábamos como se “desbordaba” habitualmente por encima de las normas, los procesos y los estándares de una forma sutil, cuidada y que siempre acababa reportando beneficio. Pabló comentó; recuerdo que cuando íbamos al café, siempre bajaba los escalones de tres en tres y los subía de dos en dos.
Si, efectivamente hay muchas personas para las que el mundo y sus estructuras parecen no estar hechas para ellos y es así como se sienten. Su potencial innato está en otro nivel, ni mejor ni peor simplemente distinto y por tanto fuera de lo “Normalizado”, de lo que consideramos normal.
Estos “talentos diversos” se topan con una estructura social desarrollada en base a unos itinerarios preestablecidos que no solo no desarrollan su potencial, si no que en muchos casos lo rechazan y marginan. Un pequeño porcentaje de ellos, encuentran la forma de superar estas barreras estructurales y alcanzan el éxito como es el caso que ha inspirado este post o muchos otros; Giuseppe Verdi no fue admitido en la Escuela Superior de Música de Milán, la razón: haber superado los límites de edad y adoptar una postura incorrecta de las manos sobre el piano. “Winston es un elemento que molesta constantemente, siempre está a punto de meterse en líos” esto le escribió el maestro de primaria a la madre de Winston Churchill. Charles Darwin era, según sus maestros, “un chico que se encuentra por debajo de los estándares comunes de la inteligencia. Es una desgracia para su familia”. A pesar de todo, éstos y otros llegaron a imponerse a la lógica imperante y triunfaron en sus correspondientes disciplinas. Otros insistieron y a cambio no obtuvieron una vida plena y mucho menos reconocimiento social en su época, siendo reconocidos sus logros décadas o incluso siglos después de su fallecimiento. Un buen número de ellos llegaron a pagar con su vida como todo reconocimiento Galieo, Copernico, Giordano Bruno,… ¿Qué está ocurriendo hoy con estos talentos?; me temo que una importante mayoría de ellos se pierda.
Vivimos en la primera parte del siglo XXI en la que muchos denominan “Era del conocimiento”. El actual nivel de conocimiento en multitud de áreas: la naturaleza humana y su neurología, las estructuras del talento y la inteligencia así como de su desarrollo, del papel y funcionamiento de las emociones y de un largo etc. Por otro lado enormes avances tecnológicos en computación y comunicaciones que nos llevan a conectar y compartir conocimiento, experiencia, miradas, inteligencia y talento en redes que cada vez más se asemejan más la concepto de “Inteligencia o cerebro colectivos” y sobre todo diverso. En definitiva hoy tenemos menos excusas que nunca. Sabemos cómo, tenemos con qué y disponemos de los espacios adecuados para desarrollar y poner en valor la diversidad del talento humano. Los limites se redibujan día a día situándose cada vez más y más allá de lo imaginable.
Yo mismo, durante los meses de mayo y junio de este mismo año, he coordinado un proceso de consciencia de equipo con el grupo humano de Fundación DKV Integralia Zaragoza. Orientado a su puesta en valor como comunidad digital, realizamos un ejercicio de consciencia que se articuló a través de un viaje grupal por varios talleres y sesiones de introspección y empoderamiento como equipo.
La experiencia ha sido extraordinaria y me ha llevado al convencimiento de que la confluencia de capacidades, talentos y miradas diversas es capaz de desarrollar, crear e innovar en una espiral de variedad que tiende a infinito y genera oportunidades de forma continua. Juntos hemos vivido aprendiendo que no hay mayor veta de valor que el potencial del talento diverso confluyendo en la generación de riqueza social. Este maravilloso grupo humano formula la Capitalización del Talento Diverso aplicando la Inteligencia Colectiva al aprendizaje en un entorno de Trabajo Colaborativo.
¿Estamos ante un proceso de aceleración exponencial de la evolución de nuestra especie? Francamente lo desconozco, simplemente voy a disfrutarlo lo más conscientemente que pueda y con todos mis sentidos.
Ignacio Porroche Oficionate.com
Colaborador del Ecosistema DKV Integralia