David Guijarro tiene parálisis cerebral. Ha vivido gran parte de su vida adulta con una renta muy inferior al que marca el umbral de pobreza y ha sido expulsado continuamente del mercado laboral. Hace dos meses, ha encontrado una oportunidad en la Fundación Integralia DKV que está cambiando su situación vital.
La pobreza es, ante todo, una reducción. Lo primero que hace es reducir la capacidad de elegir. Por eso David Guijarro, de 25 años, caminó siempre en esa reducción, eligiendo constantemente la menos mala de las opciones.
Nos encontramos en un bar de la Avenida Paralel, en Barcelona. Los camareros le saludan efusivamente, como a un primo que no ven desde hace tiempo.
– Antes éramos vecinos. Yo vivía en un piso okupa de aquí al lado.
– ¿Vivías en un piso okupa?
Y la respuesta es la misma me dará en muchas de las preguntas.
– Era eso o la calle.
Y se encoge de hombros. Sus hombros dicen “qué quieres que haga”. Son los hombros de alguien que asume los acontecimientos como inevitables. En eso consiste también la pobreza: en que los acontecimientos te arrollen, en la absoluta pérdida de control sobre el entorno. A veces hay un momento clave en la vida de una persona en que todo deja de ser lo mismo, donde un torbellino lo succiona y no lo escupe hasta años después. En la historia de David nadie sabe dónde empezó. Le han pasado tantas cosas que el torbellino acabó haciéndose enorme.
– Tenía dos años y estaba en la guardería. De repente empecé a sangrar mucho por la nariz. Dicen que fue por una muerte súbita. Me llevaron a urgencias y ya me quedé en el hospital durante meses con un respirador artificial.
La secuela es una parálisis cerebral: dificultad en el habla, capacidades psicomotrices afectadas, inestabilidad emocional y toda una serie de síntomas que dice no sentir. “No noto que camino mal. No noto que tengo dificultad en el habla. Yo me siento normal”.
David Guijarro tiene una atípica manía. Lleva solo dos meses trabajando en la Fundación Integralia DKV y encuentra “familia” allí por donde pasa. En Integralia ya tiene un padre, una prima y varios hermanos. Una familia peculiar; el padre tiene una pierna amputada, la hermana Inteligencia Límite, el otro hermano secuelas de poliomielitis, el primo fibromialgia… una familia compuesta de personas de Integralia no podía ser de otra manera.
Lo de la familia es una broma, una mentira. Hay quien utiliza la verdad para mentir, y hay quien, como David, utiliza la mentira para decir la verdad, y la verdad es que no tiene familia desde los 17 años.
– De mi padre no sé nada. Que era albañil. Poco más. Nunca tuve relación con él. Y mi madre falleció cuando tenía 17 años. Tenía una prótesis en la pierna que se le cayó. La operaron dos veces en el mismo día. La pierna se le infectó. Recuerdo que el médico salió del quirófano y me dijo. “Tenemos que amputar la pierna o si no tu madre se muere. ¿Qué hacemos?”. ¿Pero cómo que qué hacéis? ¡Amputadle la pierna!
Pero ya era tarde y su madre se murió.
El torbellino se hizo más grande. David y su madre vivían en un piso de protección oficial. Al morir ella fue su tía la que quedó al cargo. Pero hubo problemas. Discusiones. Impago en el alquiler. Ocho meses más tarde David se tuvo que ir a vivir con su prima.
Y otra vez la pobreza.
– Era eso o la calle.
Tenía 18 años y la inestabilidad se hizo más latente. De Barcelona se fue a vivir a Alicante, de Alicante a Pamplona, de Pamplona de vuelta a Barcelona. Siempre viviendo en casa de familiares más o menos lejanos. Solamente con los 200 euros de pensión de orfandad -eso hasta que supo que podía pedirla, que hasta entonces vivía sin un euro-. Y aquí reside la importancia del empleo. Tener un desarrollo profesional, que ligado a un desarrollo económico, permita combatir la incertidumbre, que no te arrollen los acontecimientos.
200 euros al mes. Incluso triplicando sus ingresos David seguiría por debajo del umbral de la pobreza (8.200 euros anuales en España). El alquiler promedio en Barcelona es de 950 euros; el de las habitaciones, 429. Lo primero que reduce la pobreza es la capacidad de elegir. Incluso a veces ni te deja elección. La discapacidad tampoco facilita las cosas. O mejor dicho. Los prejuicios acerca de la discapacidad no facilitan las cosas. Hasta los 25 años solo había trabajado unos pocos meses en una empresa de paquetería, de mozo de almacén. Resulta difícil imaginarlo levantando cajas durante ocho horas diarias.
– La verdad. Me costaba mucho ese empleo. Yo tengo movilidad reducida y no podía realizar bien ese trabajo.
También probó como comercial a puerta fría.
– Gastaba más dinero trabajando que lo que ingresaba por él. Yo echaba muchos currículums pero no conseguía trabajar de otra cosa. En lo poco que trabajé fue por enchufe y tampoco pude durar mucho. Yo quería trabajar.
El resultado es la exclusión social, viviendo de favor junto a familiares con los que no había feeling. Nada duró lo suficiente y terminó ocupando un piso en el Paralel, propiedad de un banco. Otra vez, “era eso o la calle”.
David junto a Domingo, su «padre» en la Fundación Integralia
David conoció Integralia a través de nuestra página web. Allí subió el currículum y al día siguiente nuestra técnica de selección le llamó. Tras pasar la formación, comenzó a trabajar en la Fundación, gestionando las citas previas del Hospital Sant Joan de Déu. Pronto descubrió una familia. También adquirió una independencia que le permitió dejar de okupar y alquilar un piso junto a Jamad, otro compañero de la Fundación Integralia que le abrió las puertas de su casa. David es el caso de persona en riesgo de exclusión social al que la sociedad le deniega oportunidades constantemente. Una oportunidad laboral es para él una forma de reconstruir una vida que en algún momento fue succionada por un torbellino. Es levantar la cabeza. Conseguir alguna opción.
Allí, mientras estamos en la terraza de un bar de Paralelo, en Barcelona, David habla de sueños.
– Quiero ser auxiliar de enfermería. También me gustaría ser informático.
Por fin opciones. Por fin una baraja de posibilidades.
– Tú estás avanzándote mucho. Primero por partes. Para llegar hasta ahí primero tienes que quemar otras etapas – le responde Domingo, compañero de Integralia y “padre” de David.
– Tienes razón, padre- le responde
Y David entonces se queda pensativo.
Nadie dijo que elegir fuera fácil.