Solo en España hay aproximadamente 4 millones de personas con discapacidad, casi el 10% de la población. De entre todas las barreras a las que se enfrentan diariamente, hay una que es especialmente funesta y divisoria: la que se encuentra en el mercado laboral. Un 26% de la población con discapacidad activa se encuentran en desempleo. O dicho de otra forma. Por cada dos personas con discapacidad que tienen un empleo, hay una que se queda en el camino.
Mi experiencia como Directora de la Fundación Integralia DKV durante 19 años constata que las razones son muchas y variadas y las responsabilidades compartidas.
Existe una creencia limitante de que las personas con discapacidad tienen reducidas, valga la redundancia, sus capacidades. Los estigmas que planean en el mercado laboral respecto a las personas con discapacidad no son distintos a los que existen en el imaginario colectivo, pero adquieren una mayor trascendencia al ser este quien determina qué persona es la que accede o no al ámbito social más vertebrador y relevante en la vida de una persona: el empleo, al cual también se le atribuye un papel dignificador.
Es por ello que una de las misiones más importantes en organizaciones que promueven la inclusión laboral de personas con discapacidad como la Fundación Integralia DKV, sea el derribo de estos prejuicios potencialmente obstaculizadores para la persona con discapacidad que busca un empleo y que, además, resultan ser rotundamente falsos.
Prejuicios hacia las personas con discapacidad
Es un prejuicio el cliché del absentismo laboral entre las personas con discapacidad, por ejemplo. Que los datos demuestren lo contrario (la tasa de absentismo en personas con discapacidad es inferior a la media) no ha servido de nada para eliminarlo. Igual pasa con el coste de adaptación al puesto de trabajo.
En la Fundación Integralia DKV llevamos 19 años trabajando con personas con discapacidad y el coste de la adaptación nunca ha supuesto un problema para seguir contratándoles. De hecho, en la mayoría de los casos, la adaptación al puesto no es tanto una cuestión económica sino más bien de detectar las necesidades y capacidades de adaptación de la persona.
El caso más claro lo constituye un operador de la Fundación Integralia en Madrid, David Ribas, que nació sin extremidades superiores y se ha acostumbrado a realizar cualquier actividad -por cotidiana que nos parezca- con los pies, incluso conducir un coche. Su única adaptación fue dejarle el teclado a la altura de los pies.
El bajo rendimiento es otro de los prejuicios que rodean a las personas con discapacidad. Al igual que en los anteriores prejuicios, un acompañamiento adecuado, que incluya una valoración integral de la persona con discapacidad y una sensibilización en el entorno de la empresa, es el único camino del éxito para su inserción laboral, especialmente si nos referimos a la alta discapacidad, grupo que priorizamos en la Fundación.
La mayoría de las experiencias fracasadas en la integración remiten a la misma causa: la falta de acompañamiento o deficiencias en el mismo.
Es una situación que ninguno de los actores (empresas, persona con discapacidad, entidades que trabajan para la inserción…) desea. Primero, porque la empresa que ha tenido una mala experiencia reclutando o dando empleo a personas con discapacidad será reticente a la hora de volver a intentarlo. Y, segundo, porque supone un varapalo demoledor a la persona con discapacidad que deposita su ilusión en un nuevo empleo al que probablemente le habrá costado mucho tiempo acceder, desmotivándole en su afán de seguir buscando un empleo estable en el futuro. Nadie sale ganando.
Mucho que ganar con las personas con discapacidad
Todas estas percepciones negativas obvian los beneficios de contratar a una persona con discapacidad. Más allá de los más evidentes (como los distintos beneficios fiscales y subvenciones), está demostrado que la incorporación a la plantilla de una persona con discapacidad mejora el clima laboral, promueve el afán de superación de los empleados, aumenta su motivación y compañerismo y favorece su sentimiento de pertenencia hacia la empresa al hacer gala de unos valores positivos con los que se siente identificados.
En cuanto a la persona con discapacidad tendrá menos absentismo que la media y un sentimiento de agradecimiento por la oportunidad laboral, que se traduce en más motivación, menor rotación y mayor lealtad hacia la empresa.
Muchos de estos beneficios son pasados por alto por el mercado laboral. Las personas con discapacidad son un colectivo constantemente invisibilizado y es inherente a ello que no haya interés en conocerlo.
Esta falta de conocimiento forma un vacío que es morada propicia para que se instale el prejuicio. Y también el miedo. Son unos de los motivos principales para que la tasa de desempleo entre las personas con discapacidad (26%) sea de casi el doble respecto al de las personas sin discapacidad (14%).
Es un reto mayúsculo al que nos enfrentamos. Todos, como sociedad, tenemos el deber de desterrar de una vez por todas esas creencias atávicas que dificultan la contratación o lo que es lo mismo, limitan la calidad de vida de millones de personas con discapacidad.
Desde la Fundación Integralia DKV ponemos toda nuestra predisposición, experiencia y conocimiento al servicio de todos los actores -entidades del tercer sector, agentes económicos y sociales, Administración Pública, etc.- en esta lucha compartida para revertir esta situación.
Cristina González
Directora de la Fundación Integralia DKV