Las barreras que están fuera de los focos

El pasado mes de septiembre finalizaron los juegos paralímpicos de Tokio 2020. He tenido la suerte de haber participado en los celebrados en Londres en el año 2012. Verme en una pista de tenis, representando a mi país en unos JJOO fue una experiencia inolvidable que demuestra una vez más la capacidad de superación de muchas personas con discapacidad a las que el deporte nos ha ayudado a reconstruir nuestras vidas. 

Siempre defenderé que el deporte -así como los hábitos de vida saludable- es fundamental para las personas con discapacidad, tanto para su bienestar emocional como físico. Como ya demostró el I Estudio sobre los hábitos de salud de personas con discapacidad de DKV, el 63% de personas con discapacidad considera que su salud es regular, insatisfactoria o muy insatisfactoria. Además, el 45% reconoció no practicar ningún tipo de deporte. Desde la Fundación Integralia DKV siempre intentamos promover estos hábitos de vida saludable a través de un mínimo de actividad física como caminar o practicar yoga, por ejemplo.

El tenis fue para mí un salvoconducto una vez supe que mi lesión medular conllevaba a moverme en silla de ruedas para toda la vida. Fue uno de los grandes pilares -junto al empleo- mediante los cuales pude volver a sentirme feliz y, a raíz de ello, reconstruir mi vida.

Ahora bien, el camino ha sido arduo. No solo por enfrentarme al shock emocional de una discapacidad sobrevenida, sino por las barreras que una va descubriendo a medida que quiere participar en la sociedad igual que cualquier otra persona. Poner el foco solo en los grandes logros que consigue una persona con discapacidad no es inclusión, es normalizar la excepcionalidad. Es que recaiga en nosotros todo el peso de la responsabilidad, individualizando un esfuerzo que ha de ser colectivo.

Elena Jacinto jugando a tenis Elena Jacinto y los juegos paralímpicos[/caption]

Los medios de comunicación basan constantemente el tratamiento de las personas con discapacidad desde este heroísmo (o todo lo contrario, desde la victimización). Nadie pone en duda que las personas que formamos parte de los equipos paralímpicos hemos tenido que entrenar muy duro para estar donde estamos (lo he vivido en mis propias carnes) y es merecido que tengamos este reconocimiento. Pero es necesario también iluminar aquello que queda fuera del foco. Cómo viven estas personas en su día a día. Cuáles son las barreras que se encuentran y que impiden normalizarla. El heroísmo o el triunfo de lo cotidiano: enfrentándonos cada día a las barreras de accesibilidad, a las muecas de un entrevistador o entrevistadora cuando descubren una u otra patología (con el subsiguiente descarte en un proceso de selección), a los dolores, a la medicación cuando la necesitamos y un largo etcétera. Es la parte sombría que siempre permanece una vez termina la función.

Hemos de exigir a los medios de comunicación, en su papel esencial dentro de una sociedad plenamente democrática y que respeta los derechos de todas las personas que la forman, que también visibilicen esta otra cara de la discapacidad. Que señale sin contemplaciones estas barreras que entre todos hemos permitido construirse y que entre todos tenemos la responsabilidad de derribarlas. Pero no solo a los medios. También a los creadores de contenido (hoy día cualquiera puede serlo), a la sociedad en general, cuya falsa visión del éxito deforma o esconde una realidad que sigue muy presente en las personas con discapacidad.