Talento Diverso

El blog sobre inclusión laboral para las direcciones de RRHH

Invicto

Jordi García es empleado de la Fundación Integralia Vallés (fundación que nace entre la alianza entre Integralia y MútuaTerrassa). Él había nacido para ser Mike Tyson, pero una parálisis cerebral se interpuso en su camino y desde entonces no ha parado de luchar en un ring, pero también contra las expectativas.

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La Víbora nunca pensó que podría subir a un ring y sentir la soledad del boxeador. Los focos apuntándole y convirtiendo al público en sombras, una masa que grita, un rumor en mitad de la noche. Afuera el Támesis y el frío incorregible de Londres. Adentro La Víbora en la esquina derecha con calzón rojo. Le ponen el bucal. El rumor del público desaparece y solo se escucha el tintineo de una campana. Jab. Jab. Directo. Crochet. Esquiva.

Recuerda no cruzar nunca las piernas. Pero tienes una diplejía y nunca pudiste cruzarlas. Recuerda moverte de puntillas, pero tienes una diplejía y nunca conociste otra manera de moverte.“La discapacidad era una ventaja”, dirás años más tarde. De repente, escuchas otra vez al público, que parece oler la sangre que ahora cae de tu ceja izquierda. Nunca debiste bajar la guardia.

 

Jordi es boxeador con una discapacidad

Jab. Jab. Directo. Crochet. Esquiva. Uppercut. Y este sí lo sientes llegar hasta su mandíbula, aterrizar de abajo hacia arriba. Su cabeza se mueve bruscamente; su cerebro choca contra las paredes de la cavidad ósea; se comprime el líquido cefalorraquídeo; se comprime la medula espinal; el tipo que pesa 10 kilos más que tú cae en redondo, el público en júbilo, el árbitro cuenta; 10,9,8… Es victoria por KO.

Y con esta van ya 25.

***

La soledad del boxeador llega cuando todos los focos se apagan y el público se ha ido. La Víbora ya no es La Víbora sino Jordi García, un chico que hace 18 años nació con parálisis cerebral. Coge tu saco, es decir, tus honorarios como boxeador, es decir, 500 euros-porque hasta un chico joven como tú ya sabe que todo esto al final es un negocio- y vuelve a casa. Allí tu padre te preguntará mientras te toca la ceja izquierda:

– ¿Qué es eso?

– Una pequeña brecha – respondes.

– ¿Cuánto pesaba?

– 65 kg.

– Eso son 10 kilos más que tú.

– Sí. Pero gané.

– Me da igual. Si no puedes pelear con gente de tu peso no volverás a pelear.

“Y ahí se acabó todo”.

Porque todo empezó hace 18 años cuando Jordi García nace con la parálisis cerebral que le produjo una diplejía (parálisis en las extremidades inferiores y superiores) en la parte derecha de su cuerpo.Su padre entrenaba a boxeadores profesionales. “Sé que fue un golpe muy bajo para él. Quería que fuera un Tyson. Al final me llegué a sentir un poco culpable, aunque sé que no tenía la culpa”.

La discapacidad y las expectativas no son buenas compañeras de camino.

Entonces Jordi enseña una fotografía de cuando era niño, con unos guantes de boxeo más grandes que su cabeza. Tiene 4 o 5 años y está en guardia. A esa edad, a la salida del colegio pasaría muchas horas en el gimnasio de su padre, en una nave de Terrassa.

A un lado su padre entrena a un campeón; al otro lado Jordi juega con el saco, con el brazo y la pierna derecha lesionados por la diplejía.

En una de estas tardes de juego su padre se quedó fijamente mirando cómo boxeaba. “Pues resulta que el chaval va a ser bueno”. Así que empezó a entrenarlo. “Antes de entrenar boxeo no podía separar el brazo del hombro. Gracias a mi padre, con el que hice muchos estiramientos, pude llegar a extenderlo por completo”, dice mientras lanza dos jabs al aire. Así fueron pasando las tardes. Entrenando. Con dolor. En uno de estos entrenos llegó un mánager al gimnasio. Necesitaban un boxeador de 55 kilos para una velada en Inglaterra. El padre de Jordi le dijo que no tenía boxeadores de ese peso.

El inglés miró a su alrededor y vio a Jordi golpeando a un saco. Lo señaló y dijo:

– ¿Y ese?

“Mi padre vino a decirme ‘oye Jordi, que quieren que pelees’. Yo le dije que cómo iba a pelear yo. ¿No se había dado cuenta de cómo tenía la pierna y el brazo?”. Ese día el combate no salió, pero lo haría unos meses más tarde, y sucedió así.

Jordi sabía inglés. Es por eso que acompañaba a boxeadores de su padre a veladas de Inglaterra, para hacer de traductor. En una de estas veladas apareció un chico con discapacidad. “Era hijo de alguien que tenía mucho dinero”. Ahí me dijeron ‘¿por qué no peleas con él?’. Me pilló de sorpresa, pero acepté. Me dejaron ropa y unos guantes y salí a pelear”. El combate fue de 3 asaltos. Y después de ese combate vino otro y otro y otro, hasta alcanzar los 25, todos ganados y 17 de ellos por K.O.

***

Jordi era demasiado bueno. La Federación Inglesa de boxeo decidió que si Jordi quería seguir boxeando lo tenía que hacer con chicos de más peso, con tal de equilibrar las peleas. El adversario del último combate le sacaba 10 kilos. “Se notaba muchísimo la diferencia. Yo notaba que cada golpe suyo era como una maza. Aun así gané”, dice sonriendo. Su padre, al enterarse, decidió que Jordi no pelearía más. “Me dolió mucho esa decisión, porque yo ya estaba ganando unos 500 euros por combate, y podía tener 1 o 2 combates al mes. Me estaba acostumbrando a tener mi propio dinero. Ahora lo entiendo, sé que lo hizo para protegerme, podría haber llegado a hacerme daño”.

 

Boxeador con una discapacidad

La decisión del padre era clara. “Te retiras invicto y a currar”, y allí fue donde apareció la Fundación Integralia Vallés –fundación que nace entre la alianza entre Integralia y Mútua de Terrassa, el hospital de referencia de la comarca del Vallés- para darle un trabajo de operador, gestionando con sus compañeros la cita previa de asistencia primaria del hospital.

Tenía 22 años cuando entró a trabajar en Integralia Vallés, su primer empleo. “El boxeo me ha hecho ser lo que soy. He mejorado muchísimo física y mentalmente. Ojalá pudiera haberme dedicado a ello, pero la verdad es que estoy muy bien aquí. Me gusta el trabajo, los compañeros son fantásticosy todo el mundo me trata muy bien”.

Todos solemos sobrevalorar nuestras expectativas, las cuales pasan a infravalorarse cuando aparece una discapacidad. Su padre no consiguió que fuera Mike Tyson, pero sí La Víbora, un boxeador con 25 victorias, 17 por KO. Eso dentro del ring. Fuera de él consiguió a Jordi García, que rompe las infravaloradas expectativas de su parálisis cerebral del único modo en que la vida le enseñó a hacerlo: peleando.

Jordi García es empleado de la Fundación Integralia Vallés (fundación que nace entre la alianza entre Integralia y MútuaTerrassa). Él había nacido para ser Mike Tyson, pero una parálisis cerebral se interpuso en su camino y desde entonces no ha parado de luchar en un ring, pero también contra las expectativas.